miércoles, 27 de marzo de 2013

Experiencia Semana Solidaria

Sevilla. 24 de Marzo. Las cuatro y media de la tarde. Puerta de autobuses del Colegio Claret. Un grupo de 16 personas emprendíamos nuestro camino hacia Onuva, situado en la Puebla del Río, Sevilla.
El nombre de ''Onuva'' proviene de ''Anav'' que es el singular de la palabra hebrea Anawin, significa: el hombre abajado y afligido, manso y sosegado aún en la prueba, humilde. Humildad que se relaciona con la justicia, el temor de Dios, con la fe y la fidelidad.
Salíamos de Sevilla con más temor que seguridad, con más preocupación que alegría, con más curiosidad que fe.

Onuva es un destino muy cercano. Cercano físicamente pero ninguno de nosotros éramos capaces de imaginar esta realidad existente a 15km de nuestras casas; se escapaba de lo imaginable.


En cuanto llegamos, nos recibieron cálidamente y enseguida nos enseñaron donde íbamos a dormir durante esa semana. Una vez organizadas las habitaciones emprendimos la acción; nos dirigimos hacia la casa donde se encontraban los residentes; comenzaba nuestra aventura. 

Entramos en la casa, nos dirigieron hacia el salón, y ahí estaban todos; algunos sonriendo, otros serios y otros indiferentes. Unos nos hablaban, otros seguían en su pequeña burbuja y los restantes mantenían fija la cabeza hacia el suelo como si nadie estuviera a su alrededor. El impacto es enorme, no sabes como reaccionar y cuando pones los pies en el suelo hay algo que te empuja a acercarte, tocarles, hablarles y cuando te das cuenta ya estás hablando con cualquiera de ellos y se convierten en amigos, que sin decirte ni una palabra, te lo dicen todo. Hasta con aquellos que no hablaban, mantenías conversaciones, porque con un simple apretón de mano, te respondía a todo. 


La semana transcurre de forma discreta pero cada pequeño detalle te hace sentir algo que jamás habías experimentado. Entonces comienzas a ver a Dios en cada sonrisa, en cada caricia, en cada hermano de la comunidad que sacrifican su vida íntegramente por el prójimo sin recibir nada a cambio. En todo ese recinto se respiraba a Dios en cada esquina; Dios estaba en ellos y ellos estaban contigo. Sólo puedes dar las gracias, agradecer al cielo la oportunidad que te ha brindado, ya que tú has recibido muchísimo más de lo que has dado. 
Ahora, echas la vista atrás y recuerdas aquella primera sensación de dolor al conocerles, pero que poco a poco se iba transformando en amor, en puro amor.
Y esos son ellos. Increíbles, fuertes, humildes, valientes... FELICES; ellos son felices sin tener nada y nosotros que lo tenemos todo y no nos lo merecemos no somos capaces de valorar. Nosotros íbamos a ayudarles a ellos, y han sido ellos los que con su honesta mirada, nos han limpiado el corazón.
Llegué a Onuva con ganas de volverme; pero regresé con ganas de quedarme.


Reyes Moreno Romero

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